RAFAEL FURCAL

Nació el 24 de octubre de 1977 en Loma de Cabrera.

Rafael Furcal hizo su ruidosa entrada en las Grandes Ligas al ritmo de bombos y platillos con un brazo tan potente como el disparo de una bazuca y las piernas tan ágiles como las de un velocista olímpico.

Y en reciprocidad a su espectacular ingreso, el caliente torpedero de los Bravos de Atlanta fue laureado por la Asociación de Escritores de Béisbol como Novato del Año de la Liga Nacional del año 2000 con un respaldo abrumador que incluyó 25 de 32 menciones de primer lugar en las votaciones para el galardón.

El diminuto pero fibroso defensor de las paradas cortas llegó a la Gran Carpa con una bien ganada fama por la rapidez de su corrido en las bases ya que en la campaña previa se había estafado 96 bases en dos niveles a las que anexó 4 en cinco juegos de postemporada para llegar a los tres guarismos.

Sin embargo, esa velocidad nunca estuvo más a la vista del público que el 21 de abril de 2002 cuando Furcal movió sus ruedas para convertirse en el primer jugador de los Bravos en 46 años –desde Danny O’Connell en 1956– que conectaba tres batazos de triple mérito en un juego igualando una marca en las Grandes Ligas.

Sus tres triples, todos abriendo episodios, lo unieron a los boricuas Carlos Bernier (1953) y Roberto Clemente (1958) y al cubano Dagoberto Campaneris (1967) como latinoamericanos autores de la hazaña que más luego autorizó el también cubano Yasiel Puig (2014).

Cuando abandonó el Gran Circo en 2014, Furcal dejó un promedio de bateo general de .281, una estela de 4 campañas seguidas de 100 o más anotadas en el lapso 2003-06, 314 bases robadas y 30 jonrones abriendo partidos.

En la Liga Dominicana, donde el torpedero bateó .307 en fases regulares en las que agotó 436 turnos, Furcal se creció en series finales un teatro donde tuvo un promedio de .396 (48-19) que incluyó 1 doble, 3 triples y 3 jonrones, un OBP de .455, slugging de .729 y OPS de 1.184.

Rafael es más recordado por el batazo de cuatro esquinas que produjo la vigésima corona de las Águilas Cibaeñas durante la Serie Final de 2008. Fue un batazo que voló el muro central del Estadio Cibao en la parte baja del octavo episodio y rompió un empate 1-1 con los Tigres del Licey.

El “Furcalazo”, como fue bautizado aquel cuadrangular, penetró de lleno en las memorias del beisbol dominicano y también quedó grabado con caracteres indelebles el nombre de su autor

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