FÉLIX SÁNCHEZ

Nació el 30 de agosto de 1977 en Nueva York, EE.UU,

Félix Sánchez se ganó el mote de “Superman” durante la cadena de 43 exitosas pruebas en los 400 metros con vallas cuyo último eslabón lo constituyó la memorable conquista de la primera medalla de oro por un dominicano en Juegos Olímpicos, una que apropiadamente se produjo en Atenas, la cuna de la cuadrienal cita deportiva.

La gema alcanzada en Grecia con su marca de 47.63 segundos con duplicado exacto como copia al carbón ocho años después con su sorprendente hazaña en Londres, son las señas particulares en el carné que identifica a Sánchez como un astro de primera magnitud en el universo deportivo nacional.

Félix echó raíces para la fama como monarca mundial en Edmonton, Canadá en 2001, un cetro que replicó en París, Francia 2003 cuando en el Stade de France voló sobre las vallas para su marca personal de 47.25.

Los aficionados dominicanos tuvieron la oportunidad de ver en acción a su nuevo ídolo deportivo durante la fiesta panamericana de Santo Domingo 2003 y Sánchez no defraudó al crecer en ocasión de una casa llena que vitoreó
cada tranco de su recorrido hasta cruzar la meta.

Al lado de esas fulgurantes jornadas, figura su cuota del “premio gordo” de la Liga Dorada de 2002 cuando triunfó en Berlín, Alemania para su séptimo triunfo en igual número de presentaciones y así instaurar su nombre y el de la República Dominicana al lado de los del marroquí Hicham El Gerrouj, la mexicana Ana Gabriela Guevara y la estadounidense Marion Jones.

Y como preludio a esa sucesión de fuegos de artificio llegó su coronación en los Juegos de la Buena Voluntad celebrados en Brisbane, la antípoda ciudad australiana localizada en el profundo sur del globo terráqueo.

Su carrera de más picos que valles, donde figuran subcampeonatos mundiales y panamericanos, se vio ensombrecida por una serie de lesiones que durante varios años afectaron sus resultados pero nunca el espíritu indomable presente en todos los grandes atletas, esa fuerza interior que le permitió vencer el dolor y las adversidades para labrar
su nombre y efigie junto a los más grandes colosos del deporte.

Es por ello que a su doble título olímpico y a su binomio de tronos mundialistas, se agrega su
dominio sobre el dolor y los nublados presagios de quienes en algún momento descartaron posibilidades de éxito para un hombre que demostró tener dentro de su pecho el corazón de un león.

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