JOSE JAIME -CAPEJÓN- DÍAZ

Jaime -Capejón- Díaz nació el 29 de mayo de 1909, en la ciudad de Santo Domingo, República Dominicana.

Sus primeras actividades deportivas estuvieron enfocadas en el béisbol, como tercera base del conjunto ‘Yocari’, en cuyo roster estaban Indalecio Rodríguez y Luis Felipe Pérez. Luego jugó fútbol con el Club Atlético Escolar ‘Pindú’; y más tarde incursiona en cuerpo y alma a la práctica del atletismo en las competencias que para aquel entonces organizaba la pujante Asociación de Cronistas Deportivos de Santo Domingo (ACD).

En los Primeros Juegos Deportivos Nacionales de 1937, donde sin preparación adecuada, pero con el coraje y espíritu de superación que existe en todo atleta, obtiene el primer lugar en los 200 metros planos con 23.0 segundos; primer puesto en los 110 metros con vallas en 17.1 segundos; primer peldaño en el pentatlón y segunda posición en el impulso de la bala.

Capejón fue un autodidacta, sin recursos de ninguna especie, se hizo con su propio esfuerzo y con algunas orientaciones del boricua Enrique Rivera Vives, quien ayudó bastante a otras disciplinas como el baloncesto y al voleibol.

Jaime consagró más de 60 años de su vida al deporte, ya fueron como atleta, profesor, entrenador incansable y desinteresado, cosa poco común en nuestro medio ambiente.

Díaz impartió docencia en la Escuela Nacional de Educación Física, donde prestó su máximo rendimiento en la búsqueda y selección de material humano, siendo su aspiración la de lograr un atleta dominicano capaz de obtener la primera medalla de oro para nuestra nación en competencias oficiales internacionales.

‘Cape’, como era llamado por sus coterráneos, murió el 4 de septiembre de 1982, a los 76 años, víctima de un infarto cardíaco.

Fungió como entrenador de atletismo en la Universidad Autónoma de Santo Domingo (UASD) y al servicio de la antigua Secretaría de Estado de Deportes, Educación Física y Recreación (Sedefir), designado en pista y campo del estadio olímpico de Santo Domingo.

Capejón recibió la llamada de la inmortalidad deportiva durante el ceremonial correspondiente a 1968, razón por la cual pertenece al Pabellón de la Fama del Deporte Dominicano.

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